barra head

Llevo 12 años viviendo en España. He dejado de salir con españoles porque se pierden demasiadas cosas en la traducción.

Llevo 12 años viviendo en España. He dejado de salir con españoles porque se pierden demasiadas cosas en la traducción.

"Dime algo en español", me dijo mi cita en la pequeña ciudad catalana donde vivo desde 2016. Pero a pesar de su gran inglés y de ser interesante y atractivo, su pregunta me hizo sentir inmediatamente cohibida e irritada por lo que sabía que vendría a continuación. Es una parte inevitable del escenario de la primera cita que he llegado a odiar mientras salía con alguien en España.

A diferencia de lo que ocurre en ciudades más grandes como Madrid o Barcelona, la mayoría de mis contactos locales sólo hablan español o catalán, así que siempre agradezco encontrar a alguien que hable inglés. Navegar por las aplicaciones con mi nivel de español es fácil, e incluso puedo gestionar citas enteras. Pero el reto no es sólo la barrera del idioma.

"No tengo nada que decir", respondí, con la esperanza de acabar cuanto antes con su juicio sobre mi español. Además, es verdad. En realidad no tengo mucho que decir en español porque todavía (¿alguna vez?) no voy a estar al nivel en el que mi verdadera personalidad salga a relucir.

"Terrible", dijo.

No sabía si se refería a mi acento o al error gramatical que había cometido. Pero no era la primera vez que se burlaban de mí por hablar español en un contexto supuestamente romántico. Todavía recuerdo la forma despectiva en que un novio mexicano se rió de cómo pronuncié el nombre del restaurante "100 Montaditos" en 2012. Todo esto ha marcado mucho mi actitud hacia el idioma y cómo me siento hablándolo.

Soy

demasiado complaciente e ingenuo en español

No son sólo los recuerdos desagradables los culpables de mi poca disposición a tener citas en español. También hay estudios que sugieren que la personalidad puede cambiar cuando se habla otro idioma. "Las señales del entorno, como el uso de la lengua, pueden provocar cambios en el estado de ánimo y el comportamiento. Los multilingües suelen utilizar distintos idiomas para fines diferentes, y esos fines influirán en sus estados emocionales", explica a Business Insider Nate Young, antiguo becario Marie Sklodowska-Curie de la Universidad de Oslo que trabajó en el estudio. Young es doctor en Lingüística por la Universidad Queen Mary de Londres.

Así que, como gran parte de mi experiencia en España tiene que ver con la frustración ante mis propios límites lingüísticos, ha influido en cómo me siento al hablar el idioma.

El resultado es lo que algunos llaman "síndrome del perro que asiente". Si estoy cansado o si la situación social implica que hay varias personas en la conversación, acabo asintiendo con la cabeza, "sí, sí" a todo. Debatir algo complejo en español está más allá de mi nivel lingüístico, pero también sé que pareceré maleducado si discrepo utilizando las herramientas lingüísticas contundentes de las que dispongo.

A eso se añade la ingenuidad que conlleva salir con alguien fuera de tu propio contexto cultural. No sabría decir si ese tipo que dijo "joder" delante de un cura de 80 años es grosero e irrespetuoso o no. La palabrota es mucho más suave en español que en inglés (se traduce directamente como "f**k"), pero ¿es lo suficientemente suave como para usarla delante de un cura? Tampoco sabría decir si el chico que me hizo un millón de cumplidos y me mandó mensajes de texto todo el tiempo era abierto con entusiasmo o un bombardeo de amor, algo con lo que yo estaría totalmente en sintonía en mi propia cultura.

Escucho fatal en español

Escuchar atentamente para entender es agotador durante toda una cita, por no hablar de una relación. A veces no presto atención en absoluto, mientras que en inglés tengo muy buenas habilidades de escucha activa.

En español, suelo aprovechar la pausa en la que habla la otra persona para repasar si me he equivocado en lo que acabo de decir. Entonces le pregunto sobre la duda gramatical relacionada en lugar de sobre lo que me acaba de decir. Y lo que es peor, como no estoy escuchando de verdad o me estoy centrando tanto en cómo expresarme, mi recuerdo del contenido real de esas conversaciones es escaso en el mejor de los casos. Preocuparse más por la terminación de los verbos que por el final de la cita no favorece precisamente una buena cita.

He llegado a preferir a las personas que hablan inglés y que no se burlan de mi español, sólo para que conozcan mi verdadero yo y no esta versión de mí que a veces es taciturna, a veces demasiado agradable y a menudo desatenta. Al fin y al cabo, no saldría conmigo en español.

¿Tienes un ensayo personal sobre citas en el extranjero que quieras compartir? Ponte en contacto con el editor: akarplus@businessinsider.com.

Categorías:

¿Te gusta? ¡Puntúalo!

14 votos

Noticias relacionadas